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¿Qué consecuencias tiene la disminución
de la flexibilidad que se observa a partir de los 50 años
de edad en el declive de la capacidad funcional?
Se cree que la movilidad articular o flexibilidad
es una cualidad esencial de la edad porque suele disminuir de
modo importante con los años. Aunque no existen muchos
estudios publicados al respecto, se cree que, por ejemplo, la
movilidad de la cadera puede disminuir entre un 20% y un 50% en
una persona de 65 años con respecto a una persona de 20
años. La disminución de la movilidad articular con
la edad se debe a la osteoporosis, a la disminución de
la elasticidad de los ligamentos y de la lubrificación
de las superficies articulares, a la degeneración de los
tendones y a la rigidez muscular. Se considera que una disminución
excesiva de la movilidad articular puede provocar que la persona
muy mayor sea incapaz de vestirse, peinarse o de entrar en el
coche por sí misma.
¿Cuáles son los efectos del ejercicio físico
regular sobre el declive en la capacidad funcional en personas
a partir de los 50 años que están aparentemente
sanas?
A partir de diferentes estudios se sabe que la
disminución de la capacidad funcional que se observa en
la persona mayor no sólo se debe al envejecimiento, sino
que también se asocia en parte a que esta persona disminuye
de modo significativo la frecuencia, la intensidad y la duración
de la actividad física diaria. Estos mismos estudios sugieren
que, en el caso de que una parte significativa de esta pérdida
de la capacidad funcional se deba a la inactividad física,
dicha pérdida podría evitarse parcialmente si se
consigue que esa persona realice regularmente una actividad física
adaptada a sus condiciones.
En estudios realizados durante los últimos
20 años se ha observado que en la población comprendida
entre los 60 y los 95 años, la práctica de ejercicio
físico frecuente, relativamente intenso y adaptado a la
capacidad funcional de cada persona, se acompaña de una
mejora espectacular de la condición física aeróbica
(15% al 30%), de la fuerza muscular (10% al 40%), de la movilidad
articular (15% al 20%), de la habilidad motora, de la longevidad
(0.5 a 2.5 años de vida) y de la autoestima.
En personas mayores, los efectos del entrenamiento
de resistencia aeróbica rebajan el riesgo de desarrollo
de una enfermedad cardiovascular. Además, estudios recientes
indican que la mejora de un 10% de la resistencia aeróbica
disminuye por sí sola la probabilidad de muerte en los
años siguientes, aunque no se mejoren otros factores de
riesgo. Desde el punto de vista de la mejora de la calidad de
vida, el incremento de la resistencia en personas de edad avanzada,
será la responsable de que se fatiguen menos cuando realizan
las actividades de la vida diaria y de que mejoren su independencia
funcional. También conviene recordar que en el caso de
unos niveles muy bajos de resistencia aeróbica que le haga
a una persona ser dependiente de los demás para realizar
las tareas de la vida cotidiana, la realización de un ejercicio
físico de resistencia que le suponga la mejora del consumo
máximo de oxígeno del orden de tan solo 3,5 mililitros
de oxígeno por kilogramo de peso y por minuto puede ser
suficiente como para que esa persona deje de ser funcionalmente
dependiente.
Como ya hemos comentado los efectos del entrenamiento
de fuerza sobre los factores de riesgo y los indicadores de la
salud están menos estudiados, aunque varios trabajos sugieren
que el entrenamiento de fuerza se acompaña de una disminución
del riesgo de fracturas y de caídas, de una mejora de la
velocidad de marcha y de la capacidad de equilibrio, y de una
mejora de la capacidad para llevar a cabo las tareas de la vida
diaria (por ejemplo levantarse de una silla o subir escaleras).
Del mismo modo, diferentes estudios también han observado
que el entrenamiento del equilibrio parece reducir también
el riesgo de caídas y mejora el control de la postura.
En resumen, la mejora que se observa en personas
de edad avanzada que realizan ejercicio físico es similar,
expresado en porcentaje, a la observada en adultos jóvenes
y permite que la persona mayor adquiera y mantenga un grado de
independencia y de capacidad funcional similares a los adultos
sedentarios que son una o dos décadas más jóvenes.
Esto se acompaña de una mejora espectacular de su calidad
de vida y de un ahorro considerable del gasto sanitario y social.
En conclusión, ¿puede el ejercicio físico
dar marcha atrás o parar el declive en la capacidad funcional
que se produce con el envejecimiento?
Tal y como se ha comentado anteriormente, la disminución
de las diferentes cualidades puede ser tan grande que puede provocar
que las personas muy mayores no puedan levantarse de la silla
o de la cama porque no tienen suficiente fuerza, no puedan vestirse
ni peinarse por sí mismos porque no tienen suficiente movilidad
articular y no puedan hacer actividades de la vida diaria, como
subir escaleras o andar rápido, porque no tienen suficiente
resistencia. Cuando se llega a esta situación, la persona
necesita de los demás para hacer las actividades normales
de la vida diaria y, por lo tanto, pierde su independencia funcional.
Como se ha señalado, esta pérdida de independencia
tiene unas consecuencias muy negativas sobre la calidad de vida
de la persona mayor y sobre el aumento del gasto sanitario y social.
Sin embargo, tal y como se ha explicado en los apartados anteriores
la pérdida de la capacidad funcional podría evitarse
parcialmente si se consigue que la persona mayor realice regularmente
una actividad física adaptada a sus condiciones; por lo
que parece evidente que promover la práctica del ejercicio
físico en estas personas puede ser un medio barato y gratificante
para evitar, en parte, esta situación.
Se ha indicado que las personas con buena condición física
y que hacen ejercicio físico regularmente, tienen menos
riesgo de morirse en los próximos años. ¿Quiere
esto decir que la longevidad de las personas físicamente
activas es más elevada que la de las personas sedentarias?
Como ya hemos comentado anteriormente, las
personas activas, más que vivir muchos más años,
se mueren mucho menos entre los 30 y los 65 años de edad.
Este rango de edad corresponde a la época de la vida en
la que empieza a aumentar de manera dramática la mortalidad
debida a las enfermedades cardiovasculares. El ejercicio físico
parece que protege especialmente de la mortalidad a esas edades.
Del mismo modo, las personas mayores de 65 años que practican
ejercicio físico de manera regular viven hasta dos años
más que las personas sedentarias de su misma edad. Estos
beneficios se producen incluso en personas que comienzan un programa
de ejercicio físico después de llevar una vida sedentaria.
Por otro lado, independientemente del posible aumento de la esperanza
de vida, la práctica de ejercicio físico de manera
regular, sin duda, juega un papel muy importante para que las
personas puedan mantener un grado de independencia funcional y
calidad de vida hasta los últimos años de su vida.
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Adultos Mayores de 50 años . Dos buenas razones... |
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